sábado, 3 de diciembre de 2016

Qué grande puede ser el periodismo. Sobre la historia de Nadia

Estos días mucha gente habla de cómo el periodismo ha abordado la historia de Nadia, la niña de 11 años con una enfermedad rara, tricotiodistrofia, que la hace envejecer biológicamente a un ritmo desenfrenado. Como en cada caso, Nadia tiene una familia detrás, en esta ocasión triste protagonista para mal -hasta donde sabemos ahora-, por mucho que, seguro, se estén dejando la vida y la salud para cuidar de su hija.

Muchos medios han tratado la historia de Nadia en los últimos años, pero todo el revuelo de los últimos días ha estallado tras un reportaje publicado por Pedro Simón en El Mundo hace unos días (léelo aquí).

Suelo ser muy fan de las historias de Pedro Simón. El caso es que, al contar la historia de Nadia, se ha equivocado, mucho y gravemente, como él mismo ha reconocido después públicamente (con este artículo) en un gesto que le honra. Cierto es que también publicó esto otro tras surgir las primeras críticas a su reportaje. No suele ser nada blanco o negro. Muchos grises...

Cuando leí el reportaje sobre Nadia, hace varias noches, lo comenté con varios compañeros: "Historión, como casi siempre. Pero...¿Una operación genética prohibida? ¿Afganistán? ¿Al Gore? ¿Un cirujano sin nombre ni cara?" Tenía un halo raro.

No fui el único ni el primero en sentirse extrañado ante el texto de Simón. Tras publicar su reportaje, varios compañeros periodistas se pusieron a investigar el caso, a buscar respuesta a inconsistencias, detalles raros, afirmaciones extrañas. El chip que se enciende diciendo "la historia mola, pero algo falla" se activó en mucha gente. 

La primera colega (creo) que publicó la vuelta de tuerca a la historia de Nadie fue Ángela Bernardo (@maberalv) en Hipertextual (aquí su reportajazo). Investigó y descubrió que eso que fallaba al leer la historia escondía muchas mentiras que Pedro Simón publicó, al no confirmar y cotejar lo que le contó su fuente (el padre de la niña, conocido de Simón, para más inri). El castillo de naipes, por los suelos.

Días después, tras concluir su propia línea de investigación, Manuel Ansede y Elena Sevillano (@manuelansede y @elenasevillano) publicaron en El País otro reportaje desmontando el publicado por Simón. Llegaron, por sus vías, a las mismas conclusiones que Ángela. Otro currazo (aquí su repor).

Tras publicarse ambos, y formarse un revuelo importante en el mundo periodístico, en la calle y en redes sociales, Pedro Simón publicó el citado artículo (de nuevo en El Mundo) reconociendo su error y pidiendo disculpas. Hacer esto es, quizá, de lo más difícil que puede hacer un periodista. Odiamos equivocarnos, por las consecuencias que puede tener y porque muchas veces nos duele demasiado para reconocerlo. Publicar ese texto, os lo aseguro, es un gesto poco visto.

Por el momento, aquí parece haber terminado el triste culebrón. Quizá tenga más capítulos. Como periodista, y conocedor de por dónde van los tiros del periodismo, no me extrañaría ver publicada una entrevista con el padre de Nadia, el que parece haber tejido un hilo de mentiras buscando ayudar a su hija. Para hacer de esta entrevista algo útil y valioso, habría que tener mucho tino, sensibilidad, y dejar el amarillismo en el cajón, por cierto.

La lectura que hago de todo este trasiego periodístico, como periodista, es lo grande y bonita que es a veces esta profesión (por mucho que nos la estemos cargando poco a poco desde dentro y desde fuera). Tenemos uno de tantos grandes reportaje de un gran periodista (basado en mentiras y engaños, así que ya no es un gran reportaje). Tenemos dos (han sido más) grandes trabajos de investigación para desmontar la historia y sacar a la luz la verdad (de momento, nunca se puede descartar un nuevo capítulo y una nueva vuelta de tuerca). Y tenemos una rectificación pública, con perdón incluido, del periodista que prendió la mecha inicial.

La verdad es que tenemos mucho más, con las redes sociales y el boca a boca tradicional como protagonistas, desbordándolo too. La hipérbole como nomalidad. Y, ojo, donaciones de por medio (vaya lío).

A veces nos la cuelan, a veces nos equivocamos, a veces destapamos pequeños Watergates, a veces somos insustanciales, a veces engañamos (queriendo o sin querer), a veces nos implicamos demasiado, a veces somos fríos, a veces lo petamos sin esperarlo, a veces no vemos reconocido un currazo, a veces cumplimo sin más, a veces publicamos joyas... Periodismo. La vida sigue.


Forges, exagerando... o no


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